El 28 de septiembre de 1978, el Vaticano estuvo de luto. El Sumo Pontífice, Juan Pablo I, fue hallado muerto en su habitación de la Santa Sede. Hasta esa fecha sólo tenía 33 días de pontificado.
Oficialmente, el llamado Papa de la Sonrisa, falleció por causa de un infarto agudo de miocardio producto de una mala dosis de su medicamento. No obstante, muchos consideran hasta la fecha que el comunicado oficial lanzado por el Vaticano carece de total fundamento creando así una serie de especulaciones en torno de la muerte de este Pontífice que centran el hecho en el asesinato en manos de miembros de la mafia e incluso, de un grupo importante dentro de la Curia romana. ¿Fue asesinado Juan Pablo I? y si fue así ¿quién y por qué fue asesinado?
La versión oficial
La primera versión luego de la muerte del Sumo Pontífice, sucedió a tres horas de hallado el cadáver. En ese primer momento el comunicado indicaba que el Santo Padre había fallecido producto de un infarto agudo al miocardio.
El comunicado dictaba lo siguiente: "Esta mañana, 29 de septiembre de 1978, hacia las cinco y media, el secretario particular del Papa, no habiendo encontrado al Santo Padre en la capilla, como de costumbre, le ha buscado en su habitación y le ha encontrado muerto en la cama, con la luz encendida, como si aún leyera. El médico, Dr. Renato Buzzonetti, que acudió inmediatamente, ha constatado su muerte, acaecida probablemente hacia las 23 horas del día anterior a causa de un infarto agudo de miocardio".
En esta escueta descripción de una escena terrible, muchos ven demasiados errores y contradicciones que hacen sospechar la veracidad de estas afirmaciones. El primero de ellos es, que quien encontró el cuerpo del Papa no fue su secretario particular, sino, una religiosa llamada Sor Vicenza. Según esta religiosa, efectivamente el Papa había muerto en la cama, con la luz encendida, pero había algo que no entendía, Sor Vicenza encontró al padre sentado en la cama, con las gafas puestas y unas hojas de papel en las manos. Sonreía, y según ella, aún se mantenía tibio. Con esto resulta extraña la afirmación del comunicado del ataque cardíaco pues la postura con la que fue hallado el cuerpo no es una postura usual para alguien que fallece de un ataque cardíaco. Justamente en un “ataque” existe una reacción violenta por parte de quien la sufre y no una posición de descanso, ni mucho menos, de lectura y sonriente.
Sin embargo, versiones del Vaticano indicaron rápidamente que la salud del Papa estaba deteriorada mucho antes de su elección. Algo, que señalan, era conciente el propio Juan Pablo I.
No obstante fue el propio doctor de cabecera del Papa, Da Ross, quien se encargó de desmentir esta afirmación, al comentar que un domingo antes, él mismo le había realizado un chequeo general al Papa y no había encontrado ningún malestar ni signo de mala salud. El único mal que tuvo Juan Pablo I era que sufría de la tensión un poco baja. Señalaba.
Según se comenta, al Papa Juan Pablo I luego de su muerte se le realizó una autopsia, en ella, se supo que el Santo Padre había muerto por la ingestión de una dosis fortísima de un vasodilatador recetado por teléfono por el doctor Da Ross, algo impensable pues tal medicamento es una contraindicación para pacientes con presión baja. El médico Da Ross desmintió prontamente aquella información aclarando que él no le receto nada al Papa esa noche ni en las anteriores pues éste se encontraba bien.
“Aquella tarde yo no le prescribí absolutamente nada, cinco días antes lo había visto y para mí estaba bien”. Comentó el médico.
¿Qué leía el Papa al momento de su muerte?
En las descripciones dadas tanto oficialmente como por fuentes internas, el Papa Luciani se encontraba, en el momento de su muerte, sosteniendo unas cuantas hojas. Según se estima, en esos papeles, Juan Pablo I estaría escribiendo la reorganización y el cambio del poder dentro del Vaticano.
Esta reforma no era sino el primer paso de los múltiples cambios que el Sumo Pontífice pretendía instaurar durante su mandato. Entre las principales, estaría la reestructuración del Instituto para Obras de Religión (IOR) o Banco Vaticano, y la lucha directa en contra de la mafia y la masonería.
En cuanto a la reforma del IOR, Juan Pablo I pensaba destituir al obispo Paul C. Marcinkus. Una de las figuras más sombrías en ese entonces del Banco Vaticano. El Papa le habría comentado al entonces secretario de Estado, cardenal Villot, que “en cuestiones de dinero, la Iglesia debe ser transparente, debe obrar a la luz del sol. Va en ello su credibilidad. La Iglesia no debe tener poder, ni debe poseer riquezas”.
Así también, haciendo referencia a Marcinkus, Luciani le habría dicho a Villot: “El presidente del IOR debe ser sustituido: cuando usted lo juzgue oportuno. Deberá hacerse de modo justo y con respeto de la dignidad de la persona. Un obispo no puede presidir y gobernar un banco. Aquella que se llama sede de Pedro y que se dice también santa, no puede degradarse hasta el punto de mezclar sus actividades financieras con las de los banqueros, para los cuales la única ley es el beneficio y donde se ejerce la usura, permitida y aceptada, pero al fin y al cabo usura. Hemos perdido el sentido de la pobreza evangélica; hemos hecho nuestras las reglas del mundo. El IOR debe ser íntegramente reformado”.
Conocida era la relación tensa entre Marcinkus y Luciani. Se sabe que la elección de éste último como Papa había caído de manera desagradable para Marcinkus y sus partidarios. Es más, Luciani sabía de los comentarios que Marcinkus decía a sus espaldas. También a Villot le había confesado: “Un obispo, alto y robusto, siempre de esta casa, ha declarado que la elección del Papa ha sido un descuido del Espíritu Santo. Puede ser. No sé entonces cómo ha ocurrido que más de cien cardenales han elegido a este Papa por unanimidad y con entusiasmo”.
En cuanto a la masonería y la mafia, Luciani fue claro y directo con Villot: “No se olvide que la masonería, cubierta o descubierta, como la llaman los expertos, no ha muerto jamás, está más viva que nunca. Como no ha muerto esa horrible cosa que se llama mafia. Son dos potencias del mal. Debemos plantarnos con valentía ante sus perversas acciones.”
Se sabe que Juan Pablo I tenía una lista elaborada por el periodista italiano Mino Pecorelli, miembro arrepentido de una logia, sobre los nombres masones que se hallaban dentro del Vaticano, cuatro de ellos incluso, cardenales considerados “papables” en la época de Luciani.
¿Muerte anunciada?
Es por estas razones que muchos consideran que la muerte natural de Juan Pablo I, no fue sino un asesinato perpetrado por todos aquellos que deseaban su muerte. Un asesinato producto de un envenenamiento intencional por parte de aquellos que lo odiaban o se veían amenazados por las decisiones que él estaba a punto de tomar. A pesar de todo ello, el Vaticano consideró la muerte del Sumo Pontífice como caso cerrado, negándose a esclarecer o profundizar en explicar este hecho que a pesar de los años y las razonables cuestiones se mantiene aún en el más absoluto misterio.
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