¿Y quién no se explora continuamente y de tanto en tanto recreando conversaciones, volviendo imaginariamente a escenarios recién vividos, retrotrayendo imágenes en su cerebro de experiencias todavía frescas que nos han dejado la psiquis temblando?, ¿Qué sabes de tu “yo”? ¿Te controla o sueles ejercer un buen dominio sobre él? ¿Es fuerte o débil? ¿Qué le hace crecer? En el siguiente artículo extraemos ideas procedentes del gran psiquiatra Carl Jung. Ponemos al yo bajo lupa para responder a algunas de estas cuestiones que te van a dejar observándole…
El yo es el punto focal de la conciencia, es el responsable de mantener contenidos y de eliminarlos al cejar de reflejarlos. Es como un espejo o imán compuesto de asociaciones y es el agente organizador de la consciencia.
Es moralmente neutro. No es cierto que sea EGOÍSTA, pues hay en él la misma potencia ALTRUISTA.
Es un centro virtual de la conciencia que existe cuanto menos desde el momento del nacimiento…
La consciencia no está plenamente bajo el control del yo aún cuando este adquiera la suficiente distancia como para observar y estudiar su flujo. El yo se mueve dentro del campo de la consciencia, observando, seleccionando, dirigiendo la actividad motora hasta cierto punto, pero también ignorando una considerable cantidad de material que la consciencia está atendiendo. Si uno conduce un coche por una carretera conocida, la atención del yo se desviará y se ocupará de asuntos que nada tienen que ver con la conducción. Uno llega sano y salvo a su destino, habiendo lidiado con semáforos y con numerosos y azarosas situaciones en el tráfico y uno se pregunta cómo lo logró. El foco de la atención estaba en otra parte, el yo se ausentó y le dejó la tarea de conducir a una conciencia “no yoica”. La consciencia mientras tanto, dejando el yo de lado, constantemente se ocupa de hacer seguimiento, percibir, procesar y reaccionar a la información. En caso de que ocurra una crisis el yo regresa y se encarga.
Un yo fuerte es un yo capaz de obtener y movilizar deliberadamente una gran cantidad de contenido consciente. Un yo débil no puede llevar a cabo mucho trabajo y sucumbe a los vaivenes emocionales. Un yo débil se distrae fácilmente y esto trae como consecuencia que la conciencia carezca de foco y de motivación consciente.
Los yos frágiles son defensivos en exceso y se fragmentan en condiciones de presión.
Como centro virtual de la consciencia, el yo es innato, pero como centro real y efectivo se debe a esa condición entre el cuerpo psíquico-físico y un entorno ambiental que exige respuesta y adaptación.
Lo que hace crecer al yo es la colisión, es decir los conflictos, dificultades, angustias, tristezas y sufrimientos que terminan por conducir al yo a su desarrollo.
Una cantidad moderada de conflicto con el ambiente y cierta frustración son las mejores condiciones para el crecimiento del yo.
Las colisiones, le exigen a la conciencia una mayor habilidad para centrar la atención y lleva a una mayor habilidad para resolver problemas.
El yo crece con los peligros, atracciones, incomodidades, amenazas y frustraciones y estimulan cierto grado de energía para que el yo pueda lidiar con estos impactos.
El yo tratado por Jung como un objeto completamente psíquico, se sustenta solo parcialmente en una base somática. El yo está basado en el cuerpo solo en el sentido de que experimenta una unidad con el cuerpo, pero el cuerpo que el yo experimenta es el psíquico. Es una imagen del cuerpo, y no el cuerpo mismo.
En su estructura superior, el yo es racional, cognitivo y está orientado hacia la realidad, pero en sus estratos más profundos y escondidos el yo está sujeto a emociones, fantasías, conflictos, así como a intrusiones por parte de los niveles físico y psíquico del inconsciente. Por tanto, el yo puede ser fácilmente trastornado tanto por problemas somáticos como por conflictos psíquicos.
Un yo que ha logrado autonomía durante la infancia siente que la consciencia puede ser utilizada y dirigida a voluntad.
La noción de Jung de que el yo se desarrolla a partir de colisiones con el entorno nos ofrece una manera creativa de mirar el potencial de todas aquellas experiencias inevitables de frustración ante un entorno no gratificante. A medida que el yo intenta aplicar su voluntad se encuentra con una cierta resistencia por parte de su entorno y si este choque se maneja bien el resultado será el crecimiento del yo.
Cuando la psique se apodera del yo y se impone como una necesidad interna incontrolable, el yo se siente derrotado y tiene que responder al mandato de aceptar su incapacidad para controlar la realidad interna de la misma manera como llegó a esta conclusión con respecto al mundo material y social que lo rodea. La mayoría de las personas, en el transcurso de sus vidas, llegan a reconocer que no pueden controlar el mundo externo, pero pocos son los que llegan a tener consciencia de que los procesos psíquicos internos tampoco están sujetos al control del yo.
Sin embargo mucho hizo este gran profesional elaborando a lo largo de su vida la teoría del inconsciente donde mapea a la psique para acercarnos la comprensión de nuestro misterioso mundo interior y hacer comprensible la energía psíquica finalmente responsable de nuestro paso por la vida.
FUENTE: Extracto del libro EL MAPA DEL ALMA SEGÚN JUNG, DE MURRAY STEIN
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